Se miran sin verse. Cada una desde una orilla, esperan a que vuelva el amor, sin sentir que dejaron de ser mujeres para convertirse en seres de un mismo mar.
- He estado esperándote y no has venido -me dijo una noche por teléfono- tenía un beso preparado para ti. ¿Qué hago ahora con él? ¿Adónde van los besos que no se dan? -me preguntó.
No supe qué contestarle.
Al despertar, el nuevo día me dio la respuesta:
Amanece gris tristeza el cielo posando sobre mi ventana los besos que no me dieron.